El esquí como deporte de lujo se asocia a destinos tan emblemáticos de Europa…como las estaciones alpinas de Courchevel o Val d’Isère (en Francia) y Gstaad o Zermatt (en Suiza). Pero los amantes de los deportes de nieve pueden encontrar en la actualidad una oferta de esquí de alto nivel a pocos kilómetros de la frontera española.

El dominio esquiable más grande de los Pirineos está en Andorra y se llama Grandvalira. Son 210 kilómetros de pistas que debido a su extensión se organizan en seis sectores: Encamp, Canillo, El Tarter, Soldeu, Grau Roig y Pas de la Casa.

En los últimos diez años Grandvalira ha invertido más de 100 millones de euros en la mejora de sus pistas e instalaciones pero, sobre todo, en su oferta de après ski. El objetivo: conquistar a los esquiadores más exigentes de todas las nacionalidades. Tan solo en 2014 se han invertido 9,2 millones de euros que se traducen en una lujosa oferta hotelera, gastronómica y de ocio.

Para este tipo de cliente exclusivo e internacional, que cada año quiere probar nuevas experiencias dentro y fuera de las pistas, la estación ha lanzado el programa Top Class, donde un monitor de primer nivel ejerce de embajador del cliente. Se encargará de enseñarle a mejorar la técnica y de ejercer de guía del tan de moda freeride y de prescriptor de los mejores restaurantes y locales. Es, en definitiva, un asistente personal para cualquier necesidad que pueda surgirle a su cliente.Todo lo que no es esquíUna ironía recurrente entre los aficionados al deporte blanco es decir que «lo mejor empieza al quitarse las botas». Es una forma de expresar que la diversión continúa fuera de pistas, a través de los restaurantes, las tiendas y toda la oferta de ocio que cada estación ofrece. Grandvalira tiene preparadas una serie de experiencias que califica como clandestinas por el concepto de exclusividad que ofrecen y porque muchas veces el cliente se fiará con los ojos cerrados para dejarse sorprender.

¿Se imagina ser recogido por un trineo de nieve guiado por perros de montaña que le trasladen al corazón de las pistas en mitad de la noche? La magia continuará cuando llegue al Vodka Bar, un encantador restaurante-refugio con el sello del interiorista Lázaro Rosa Violán y los fogones del chef Ismael Prados. Y para mantener la emoción, la guinda de la velada la pondrá un concierto privado en mitad de la nieve. No sufra, en su tumbona de piel y abrigado por mullidas mantas usted no sentirá frío, sino un torrente de emociones mientras disfruta de una copa rodeado de la inmensidad de la noche en plena montaña.

Experiencias como ésta y otras que se irán desvelando son las que la estación andorrana enmarca dentro de otro concepto de esquí que coloquialmente ha denominado: La otra montaña.

Entre el abanico de placenteras sensaciones blancas, se encuentran los cuidados restaurantes a pie de pista que confirman que el área gastronómica es una de las que se ha llevado mayor inversión. Imprescindible tomar algo en la terraza del restaurante Cala Bassa Beach Club, que traslada el concepto ibicenco a la nieve; o en la del Red Chill Out, en cuyos sillones redondos disfrutaremos también de las mezclas de los mejores DJ’s. Después de tantas emociones, el descanso debe estar a la altura.

La exclusividad se aloja en el Hotel Boutique Grau Roig, que se encuentra a pie de la pista del mismo nombre. Sus 42 habitaciones están concebidas a modo de refugio y su spa y el trato cercano hacen sentir al cliente en casa. Para los más ávidos de experiencias la emoción puede seguir también por la noche en el Iglú Hotel (construido con nieve) y esquiando en la pista nocturna de La Solana.

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